Por Jorge
La última vez que no le presté atención a una tos ésta se convirtió en una bronquitis, que me obligó a someterme a terapias respiratorias y a utilizar inhaladores durante un par de semanas, decidí entonces no ser tan descuidado con mi salud e ir al médico cuando me sienta mal.
Tras someter mi cuerpo al esfuerzo físico de tres inmersiones en el mar cercano a las playas de Taganga, en la madrugada posterior tras toser por dos horas seguidas desde las 4 am, opté por visitar al galeno más cercano y postergar la siguiente buceada; mi preocupación por mantener una buena salud y más en vacaciones se vio aumentada por el taponamiento de un oído.
Me acordé que desde hace un par de años estoy afiliado a un servicio de medicina prepagada, por lo que cogí mi carné y llamé a los números que aparecen al respaldo, con la ingrata sorpresa de que sólo en uno me contestó una máquina diciendo que a partir del lunes de pascua me podían atender con el mayor de los gustos.
Tras el fracaso de encontrar una clínica adscrita a mi servicio de salud en Santa Marta, preferí buscar el centro de salud más cercano, del cual nunca me pudieron dar una dirección exacta, me tocó llegar por las señas (con la dirección bugueña, como dicen en Cali) que me dio un policía, al que casi no le entiendo a pesar de que los dos hablamos español.
Llegué al sitio antes de las 7 de la mañana y me encontré con una enfermera quien me dijo que el médico sólo llegaba a las 7 : 30, no se que pasará si uno se enferma de noche en ese pueblo. Como no pensaba esperar, indagué por un lugar en Santa Marta donde me pudieran atender, y otro empleado del lugar me dijo que el sitio era la Clínica El Prado, de la cual si me dieron la indicación precisa de cómo llegar.
El transporte público en Santa Marta es sorprendentemente bueno por lo que rápidamente me pude ir en un colectivo hasta el lugar indicado. La Clínica El Prado ocupa una manzana entera, la esquina sur occidental es la entrada de urgencias, que como muchas de estas centrales tienen gente afuera y la puerta cerrada. Al acercarme, un portero con cara de puño abrió la puerta para permitir la salida de un enfermo y la volvió a cerrar sin dejarme hablar siquiera.
Le di la vuelta al sitio, le pregunté a otro celador y me dijo que hay me tenían que dejar entrar. Insistí en la entrada de Urgencias y en ese instante si me atendieron; al entrar me pidieron mis documentos, la sala no estaba tan llena, pero me hubiera tocado esperar a que atendieran por lo menos a unas diez personas, de no ser por mi afiliación a la medicina prepagada, la cual me dio acceso a una sala VIP, que tenía encendido un aire acondicionado que mantenía el clima muy frío, algo no muy favorable para mi tos.
Después de unos diez minutos me dijeron que podía seguir y me encontré con un médico muy jóven, de esos que uno no le cree. Me preguntó los datos que siempre preguntan los médicos y luego me examinó y me dijo que estaba respirando bien, que no tenia síntomas de gripa o problemas bronquiales y seguidamente me recetó un jarabe y unas pastillas que obviamente no me iban a proporcionar ahí, sino que me tocaba comprarlas.
Adicionalmente el Doogie Howser samario realizó un procedimiento médico sencillo: una limpieza ótica, con el fin de destapar el oído y me formuló unas gotas.
Salí de la clínica y me cobraron una plata por la consulta, salí a buscar las medicinas y me pidieron otro tanto. Si no hubiera tenido la plata, me hubiera tocado mamarme la tos y el oído tapado. Afortunadamente tenía como y no se arruinaron las vacaciones.
Al volver, me enteré de la muerte de más de veinte personas en un accidente de tránsito en el que un bus estalló al salirse de la vía hacia la Guajira y caer por un abismo. Las imágenes de la edición extra del diario del Magdalena eran escalofriantes. “El diablo se subió a ese bus”, exclamó una mujer que iba conmigo en el colectivo de regreso a Taganga.
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L siempre ha sido una persona muy independiente en sus cosas y sus papás no le han quitado vuelo. "Haz lo que quieras, confiamos en ti, pero de por Dios mijita, no se vaya a montar en una moto".
En la misma Semana Santa, se fue a certificar como buzo a Providencia y decidió ir a darse una vuelta por la isla en el único medio de tranporte vetado sabiamente por sus padres y que no sabía conducir bien. La prohibición aumentó las ganas de L por subir a la Yamaha BWS, pero al mismo tiempo subieron probabilidades de que cayera de ella.
-"Jorge, fui una bola, no te imaginas lo poco que me faltaba para llegar al hotel (...) esquivé un carro en una intersección, frené y cuando me di cuenta estaba en el piso".
Al preguntarle que si había ido al médico, me respondio que casi no encuentra uno (adivinen qué día fue elaccidente) y que le recetó una pomada que no servía para nada e ir al dermatólogo en Bogotá.
El codo, la cadera y las rodillas fueron las víctimas de su impericia...y claro también un poco su autoestima.
12.4.07
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1 comentario:
oiga, esa entrada "La gente que dice "la gente"", del putas
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