24.8.06

La vida es llena de cables

Por Andrés

Detrás de la computadora en la que paso 10 horas diarias en el trabajo, en el piso, en la calle, siempre hay algún cable que conecta una cosa con otra. Creo que el dialogo -¿Cuándo almorzamos?- , -Ahí hablamos...- es una especie de cable que nos conecta con los inconectables.

Antonio se preparó un té negro justo después de llegar a la oficina. Estaba lloviznando y salir de la casa le pareció mas difícil que siempre, con sus zapatos de cuero embolados y la sombrilla larga negra con empuñadura curva que había comprado el agosto anterior en San Andresito; todo parecía una escena intolerable. Pero ya había llegado, ya estaba en la oficina, listo para continuar haciendo lo que hacia todos los días en esa bodega ajena y fría: nada.

Toda la mañana se cumplió entre Herp Albert y noticias para ejecutivos, intercambiando miradas comprometedoras con su compañera de escritorio, que esta mañana se veía mas desesperada y soltera. Nada mas indeseable que una soltería evidente. No podía esperar a que fuera medio día, así que salió al baño desde las 11.30 y sin que nadie se diera cuenta bajó hasta la cigarrería de la esquina a tomarse una cocacola a medio enfriar.En la cigarrería entraba la luz de la mañana que parece atardecer, la luz gris de los días de lluvia en la sabana. Antonio recordó a Jorge Isaacs y le dieron ganas de volver a leer los libros del colegio, los únicos que había leído excepto por el "Código da Vinci" y "Tu puedes sanar tu vida". Ya era medio día y podía salir de su escondite sin temor a que sus jefes lo encontraran por la calle.

En la esquina, el vendedor de pilas, relojes y pulsos se emocionó cuando un señor gordito con camisa desabrochada y chaqueta de tela le preguntó por una pila para un Mido. El señor gordito lo asustó cuando soltó una carcajada digna de payaso y gritó sin terminar de reírse: ¡Toñooooooo!. Antonio y el se conocían desde la universidad, el mismo semestre en que ambos se retiraron por falta de dinero. Ambos habían estado sobrios y ebrios en los mismos lugares, habían besado a las mismas niñas y ahora los dos "trabajaban" en el mercado de los repuestos para hiladoras y máquinas de costura.

-¿Cuándo almorzamos?- , -Ahí hablamos-. escuchó el relojero antes de ver a su posible cliente perderse entre un grupo de enfermeras con uniforme saliendo de las cabinas telefónicas.
Ninguno tenía planes para almorzar, y los dos extrañaban la compañía de una persona que aparte de tener las mismas penas, tiene las mismas esperanzas y el mismo pasado. Los dos rieron mientras se daban la espalda y metieron la mano en el bolsillo del pantalón acariciando las llaves y el llavero que siempre guardan en el mismo bolsillo, como un amuleto de la suerte.
Los dos almorzaron solos; pero es mejor comer solo un día a tener que hablar 1 hora completa sobre un pasado que sin duda fue mas feliz que el presente, y tratar de parecer un poco menos triste ante un amigo que posiblemente si nos quiere. Es mejor parecer ocupado, aunque se tengan 23 horas libres al día. Es mejor hacer la lucha solo.

Al regreso a su trabajo se preparó otro te negro, y mientras lo sorbía para no quemarse le guiñó el ojo a Clara, su compañera de escritorio. –Me encontré con Julio, quedamos de almorzar un día de estos- dijo Antonio sonriente, mientras ella abría los ojos para parecer interesada, y se burlaba mentalmente del pedazo de sobrebarriga que Antonio traía entre los dientes.

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¿Cuándo almorzamos?

Por Jorge

Esta expresión se ha vuelto bastante común en las personas no muy allegadas, con los que se compartieron algunos espacios y hasta se mantuvo una amistad por algún periodo de tiempo.

Tras la sorpresa inicial por el reencuentro, superar la pregunta ¿cómo está? y su automática respuesta “bien, gracias” (contestar “mal” o “jodido”, “preocupado”, “triste”, o lo que sea, puede corchar a la otra persona por que en realidad “no lo siente mucho”), actualizar la información de cada uno (si trabaja y dónde, si vive en el mismo sitio, con quién de los del grupo con que compartió se ha hablado, en fin), viene un proceso de despedida en el que se lanza la gran invitación: ¿cuándo almorzamos?

Que tal si nos sinceramos con esos que no nos caen tan bien y respondemos “nunca” o “con usted yo no me tomo ni un Alka Seltzer”, pero como somos educados la respuesta mas usual es “cuando quiera” o “hablamos”, siendo que a veces no tenemos ni la dirección de correo electrónico, ni el número del celular.

Algunos inclusive insisten y tras pedir los datos dicen “pero en serio yo lo llamo”, cuando si por esas llamadas fuera mi celular tendría telarañas o me habrían suspendido la línea por no usarla.

Yo me considero serio al respecto, llamo, escribo, procuro cumplir con los que realmente quiero verme. Hace poco me encontré con alguien que no veía hace como tres años. Su bienvenida fue un “¿estás feliz?”, así a secas, me dejó mudo, luego me tocó admitir que hace rato nadie me lo preguntaba y se lo agradecí. Como la respuesta no se limita a un si o no, pues nos demoramos conversando un buen rato, de pronto un día de estos almorzamos, en esas quedamos…