26.7.05

Bogotá, cll 83

Por Andrés

El sábado pasado salí de rumba de nuevo. Pero esta vez experimenté algo nuevo: fuimos a un bar de moda, de esos que hay que hacer fila para entrar y gastar mas de 100 mil pesos en una botella de tequila.

El sitio se llama Nistha y queda en frente de Atlantis Plaza en la 81. (Carrera 14 No. 81 -10).
A la entrada tuvimos que hacer más lobby que para conseguir un trabajo. Los porteros tenían cara de todo menos de muchachos rudos y saca-borrachos. Logramos entrar (casi que a las malas, moviendo palancas) y una vez adentro nos encontramos con una parte del grupo que había llegado mas temprano para evitar el suplicio del arribismo a las 10 de la noche en la portería del sitio. Estaba sonando pop latino y así siguió casi toda la noche, variando con tandas de house, 80's, vallenato y merengue. Lleno de chicas y chicos jóvenes, semi-universitarios, semi-ejecutivos, el uniforme era camisa y jeans para los hombres, blusitas escotadas y variedad de faldas y jeans para las niñas. No me puedo quejar, niñas muy bonitas y tipos poco amenazantes.



Empezamos lento, bailando como se camina, tomando suave para que la botella durara toda la noche. La entrada me bajó los ánimos lo suficiente como para que, aunque el sitio fuera de verdad bonito, no tuviera demasiadas ganas de estar ahí. Igual, experimento es experimento y hay que llevarlo hasta las últimas consecuencias. Me dispuse entonces a pasarla bien, bailando y viendo de cerca a mi próximo room-mate. Enamoradora.

Bailé un rato, suficiente como para que mis acompañantes empezaran a estar de verdad bien, una pareja que no era pareja iba por los vallenatos apoyaditos y entonces supe que era el momento de un descanso para mi. Salí del sitio y me encontré con una Bogotá horrible, llena de gente en las calles buscando como robar o pidiendole trago o comida a los otros rumberos que descansaban en un lugar de perros calientes. Daba miedo estar ahí. La noche empezó a cambiar de ritmo y de pop latino pasó a punk criollo, tipo Gobierno Podrido o Rodrigo D.

Al sitio de perros entró uno de mis amigos que veo con poca frecuencia. El gordo, borracho como siempre que lo veo, buscaba en sus bolsillos plata para pagarle una hamburguesa a su chica. Esperé a que guardara los billetes en el bolsillo (consejo: no asustar a un borracho mientras cuenta plata en la calle), lo saludé y nos sentamos en frente mientras comían. Uno de los personajes que pedían comida se sentó y empezó a molestarnos incansablemente. De un momento a otro el gordo respondiendo a una agresión del punkero se quitó las gafas y lo persiguió media cuadra con la intención de enseñarle a respetar, por que no todos los borrachos lo hacen por diversión y nadie debe aprovecharse de su condición en ningún momento.

Emocionado, corriendo detrás del gordo para que no se agarrara con un tipo que hasta armado podría haber estado, me detuve y encontré que la Bogotá callejera era suficiente por el momento. Nos despedimos y volvimos al bar, con el ánimo mucho mas dispuesto a disfrutar de lo que resultó ser una salida muy sabrosa. El ritmo cambió de nuevo y ahora la noche sonó a mapalé o puya: la gente del sitio ya estaba muy entonada y cantaban pop como se canta un vallenato, las señoritas bailaban tan emocionadas y atrevidas que se podría pensar que en cualquier momento las blusas escotadas quedarían reducidas a un trapo en el piso. Las meseras bailaron sobre la barra, el reguetón subía la tensión sexual en todos y de pronto, sin darme mucha cuenta, me gustó.

Volví al apartamento muy feliz, manejaba tranquilo, sin afanes, disfrutando de la autopista norte a las 3 am en una madrugada lluviosa. Las luces se opacaban con el brillo del concreto en las calles y yo las veía mas alegres y juguetonas que antes. ¿Vale la pena gastarse 40k en una salida un sábado por la noche? Todavía no lo sé, pero supongo que hacerlo de vez en cuando es tan divertido como quedarse en la casa descansando. De vez en cuando.

(imágen de eskape)

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