La edad es lo de menos para ser un viejito.
Me siento como un viejito. Obviamente lo soy en algunos aspectos: mi gusto por las caminatas por encima de la fiesta, el cine antes del gimnasio y la comida moderadamente saludable para evitar la gastritis.
Lo que definitivamente me hace mas viejo es haber sido parte de muchas de las disrupciones tecnológicas que hacen parte de la historia de la revolución de la información y que ahora hace parte de la vida. Antes no teníamos smartphones así que para poder chatear necesitabas acceso a internet que solo estaba disponible en las salas de computo de las universidades o, si tenias surte como yo, con la cuenta de acceso mediante un modem de 56k y llamadas telefónicas. Contar esas anécdotas me hace parecer centagenario, un anciano, aunque no llego a los 40.
Entonces tenía sentido hacer un blog. Era la onda.
¿Ahora? Lo que quieras publicar lo puedes hacer en Twitter, Facebook, Instagram, Pinterest o cualquier otra red social; allí tu audiencia son todos tus amigos y no hace falta que visiten tu página regularmente para ver si hay algo nuevo. Aparece en el timeline de inmediato y dependiendo de que tan celoso seas de tu privacidad, en el timeline de los amigos de los amigos de los amigos de tus amigos.
En este caso en particular, usar este blog me hace sentir muy viejo. Es intentar usar una herramienta del pasado y la verdad, ni siquiera sé para qué. ¿Solo para que River y yo sigamos creando vínculos y sigamos escribiendo?
Le pedí a River que retomáramos este ejercicio, impulsado por la nostalgia de leer lo que habíamos escrito y las ganas de volver a emocionarme escribiendo. A ver como nos va. A ver si todavía se siente chévere hacer cosas sin sentido y mas bien, irles descubriendo el por qué por el camino.
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